600.000 civiles murieron en dos años de guerra en Etiopía
Esta semana, se cumplen tres meses del acuerdo de paz en Pretoria (Sudáfrica) y se ha dado a conocer que 600.000 civiles murieron en dos años de guerra en Etiopía, lo que la convierte en una de las más cruentas del siglo en el mundo. Fue el mediador de la Unión Africana (UA) para el Cuerno de África, Olusegun Obasanjo, el que fuera presidente nigeriano, quien estimó en 600.000 víctimas mortales en una entrevista publicada en Financial Times. El conflicto dejó entorno a “un millar de muertos al día”.
Las actuales cifras dramáticas de muertes lamentablemente corroboran las que en diferentes días y espacios de tiempos se han ido publicando. El día 2 de noviembre de 2022, coincidiendo con la firma del alto el fuego, Linda-Thomas Greenfield, embajadora de Estados Unidos en la ONU, manifestó que más de 500.000 personas habían muerto en la guerra. Transcurrido un mes, Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, declaró que se estaban barajando cifras entre 600.000 y 800.000 personas “asesinadas”.
Si nos trasladamos al 20 de abril de 2022, alertaba Ángel Olaran: “Cada día sin llegar la ayuda aumenta este crimen humano en Tigray”. El misionero ya señalaba la difícil situación que vivía aquel territorio -donde se encuentra situada la población de Wukro y la Misión St. Mary-. Según él, calculaba que ya habían muerto 500.000 civiles y cada día eran más las personas que morían por falta de lo más básico.
Ángel Olaran (Abba Melaku), en abril de 2022, ya escribía sobre la muerte de 500.000 civiles.
Las primeras cifras fueron del investigador Jan Nyssen
Las primeras cifras que empezaron a darse fueron las del estudio del investigador Jan Nyssen, profesor emérito de Geografía en la Universidad de Gante (Bélgica). Nyssen, que asegura que “se usa el hambre como arma de guerra”, manifiesta que “las cifras en Tigray asustan, incluso dudamos en publicarlas, pero el trabajo que hicimos fue muy riguroso. Nuestro equipo defiende la estimación de entre 300.000 y 600.000 víctimas civiles, sin incluir a los combatientes de ambos bandos que algunas fuentes de inteligencia militar elevan a entre 100.000 i 200.000”.
La magnitud de estas cifras catastróficas convierte la guerra en Etiopia –“incomprensiblemente invisible” al público– en una de las más mortíferas del actual siglo en el mundo teniendo en cuenta que se han producido para un conflicto que ha durado solo dos años y que ha estado localizado en Tigray, una zona de unos seis millones de habitantes. El conflicto ha hecho que hoy “son muchas las familias necesitadas de microcréditos para rehacer sus vidas”.
Tigray, la tragedia olvidada
A pesar de que la guerra ha causado muchas más muertes que la guerra de Ucrania, ha sido en gran medida obviada por los medios de comunicación occidentales. Para Occidente, esta guerra en su mayor parte ha tenido lugar en la oscuridad, pues no todos los conflictos ni todas las crisis humanitarias son iguales, sin importar cuán sea el coste humano. Ángel Olaran escribía sobre la desigualdad utilizando un cuento ameno de George Orwel “La Granja de los Animales” en la publicación “Moral alta… contra toda esperanza”.
Es una tragedia que Tigray se haya convertido en una catástrofe olvidada. A mediados del año pasado, ya lo argumentaba el misionero vasco con el escrito Tigray es una cara oscura de la ONU. También Ángel Olaran escribe sobre las diferencias de trato de la ONU y de desajustes mundiales. Con anterioridad, en el apartado de nuestro blog publicamos Ángel Olaran está enojado porque el mundo no está haciendo nada contra el hambre en Tigray.
El bloqueo de Tigray, principal causa de la mortalidad
El bloqueo gubernamental de la región de Tigray –Ángel Olaran compara Tigray con un campo de concentración– que impidió la entrada de ayuda humanitaria a la población civil -que se ha visto empujada a una hambruna masiva- y la comunicación con el exterior de toda la información, enfrentamientos sangrientos, bombardeos, saqueos, más del 80 % de hospitales dañados o destruidos y la desaparición del servicio de ambulancias, masacres documentadas por Naciones Unidas, etc., han llevado a que se alcanzaran las desgarradoras cifras de muertes mencionadas. Tigray se ha transformado en un centro de violaciones convertidas en armas y apagones de internet que agravan la tortura psicológica a la que se enfrentan las víctimas y familias. Ángel Olaran pide que saquen el “NUNCA MÁS” de los archivos de la ONU “si la ONU puede justificar los crímenes en Tigray…”
Dos años de guerra a Tigray
La guerra en Tigray comenzó el 4 de noviembre de 2020 entre el Ejército etíope y el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF). El primer ministro etíope y premio Nobel de la Paz, Abiy Ahmed, declaró la guerra al TPLF y empezó una ofensiva militar de las Fuerzas de Defensa Nacional de Etiopía (FDNE) contra el TPLF tras meses de tensiones a nivel político y administrativo. Ángel Olaran escribe sobre la Operación “Ley y Orden” contra Tigray. El TPLF, que se había atrevido a desafiar al poder del Gobierno federal desde su región etíope, acusó a Abiy de azuzar las tensiones desde su llegada al poder en abril de 2018, cuando se convirtió en el primer oromo en acceder al cargo. Hasta entonces, el TPLF había sido la fuerza dominante dentro de la coalición que gobernó Etiopía desde 1991, el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF), sustentada en las etnias. El grupo se opuso a las reformas de Abiy, que consideró como un intento de socavar su influencia. En la guerra también participaron milicias amharas y el Ejército eritreo en apoyo al Ejército del Gobierno federal etíope.
Lenta implementación del Acuerdo
Tres meses después del Acuerdo de Pretoria, aunque se están dando pasos que apuntan a la paz -la capital de Tigray, Mekelle, vuelve a estar conectada a la red nacional, comenzaron los primeros vuelos y la gestión de apertura de bancos, “pero sin echar las campanas al aire”-, son todavía muchas las asignaturas pendientes que todos los actores implicados deben superar para poder pasar página finalmente a un conflicto con varios frentes abiertos.
Para finalizar, en la última publicación, Ángel Olaran: “Confiando, aun a falta de pruebas”, asegura que “la ayuda sigue a mínimos bajos; la cosecha del año fue muy baja; a muchas familias a penas les ha llegado para cubrir las necesidades de dos meses y han vuelto a ingresar en la lista de los necesitados de ayuda. La próxima cosecha será en noviembre”. Por ello, tiene clara la necesidad de empezar proyectos de “apoyo a la agricultura para que más familias tengan acceso al regadío y se libren de esa escasez mencionada”.
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