No en todos los lugares del mundo tienen la misma disposición de agua. Ni las mismas facilidades para conseguirla y poder utilizarla. En Wukro, se tienen que llenar regaderas de agua y sudar para poder regar los árboles nuevos. Es toda una operación de logística y de lección de compañerismo y de unidad. Josep M. Jaumà, lo refleja en el libro Qué podemos hacer? Los hechos del misionero Ángel Olaran en el norte de Etiopía cuando explica: El riego de los árboles los sábados por la tarde. Los siguientes párrafos están extraídos de este libro de lectura obligada.

Otra de las maneras de hacer que estos niños formen grupo para que se sientan parte de una gran familia y, a la vez, para que aprendan a colaborar en la vida de su ciudad, es el riego de los arbolitos nuevos, que se lleva a cabo cada sábado por la tarde. Las guerras y la necesidad de leña para cocinar han dejado las montañas del entorno peladas, en pura roca. Hay que ver los videos en You Tube (Proud Ethiopian Army’ ‘This is an Ethiopian Mum, etc) en los que el ejército (sin determinar cuál) destroza y quema a cañonazos, con ganas y saña, los bosques que allí había.

Ángel Olaran consiguió del ayuntamiento cinco o seis espacios para poderlos reforestar con miles de árboles. Y desde hace más de diez años convoca a ‘sus’ huérfanos para ir a regar los arbolitos plantados aquel año que, dada la ausencia de lluvia durante todo el invierno, necesitan agua.

Cada sábado, después de comer, se reúne un gran grupo dispuestos a colaborar. Algunos profesores jóvenes de la Escuela de Agricultura les acompañan para dirigir la operación. Llenan una camioneta con cuarenta regaderas de plástico (¡no se perderá ni una!) y se dividen en dos grupos: los de 8º de primaria para arriba (incluidos los preuniversitarios) forman un primer grupo de 40 niños que acuden dos veces al mes alternándose con otro grupo igual. Todos reciben ayudad del programa de huérfanos. Van caminando unos cuantos kilómetros hasta la colina de Asakoma, una de las colinas que aparecen en primer término cuando se llega a Wukro por carretera desde el sur; la impresión del paisaje queda un poco suavizada después de kilómetros de roca y polvo. En el lugar de encuentro ya está dispuesta una cuba de 4.000 litros, rellenada semanalmente (sin falta) por un camión cisterna. Las cosas que funcionan, funcionan como un reloj.

Sábado día de riego en Wukro        

En la operación participan huérfanos, trabajadores de la Escuela de Agricultura y los voluntarios y visitantes de St. Mary.

Ángel se asoma al interior del tanque para llenar una regadera tras otra, mientras los demás hacen cola para llevarlas donde los de agricultura indican. Los jóvenes y los más valientes llevan dos regaderas llenas en cada viaje; los más viejos se limitan a una sola. No forman una cadena, se resisten; prefieren lucir su esfuerzo acarreando más agua y haciendo más viajes que los demás. Hay quien opina que si no prefieren hacer cadena es porque nunca lo han visto. El orgullo individual les puede más: sudar a chorros ante los demás.

Sábado día de riego en Wukro          

Cuando la primera cuba se acaba se sube a otra colina, donde hay una segunda, y se vuelve a empezar.

Para acabar, hay un tercer turno de riego a cargo de unos sesenta alumnos de primaria, aquellos que van cada día a la Misión a hacer los deberes. El lugar está en Wukro mismo, en una bonita colina llamada ‘el cementerio católico’, aunque no haya nadie enterrado allí. Ángel dice que le gustaría que lo enterraran en ese lugar porque desde allí se ven unas preciosas puestas de sol.

La cuestión es que los de primaria se lo toman todavía más a pecho. Suben las escaleras de la colina sudando como cosacos (también prefieren lucir su esfuerzo personal en vez del sistema más descansado de hacer cadena). Hay que ver a los más pequeños que no pueden con las regaderas llenas y se encargan de devolver las vacías a la cuba. Acaparan cinco o seis, todas las que pueden, y bajan a toda velocidad las escaleras para poder volver a empezar. Al final de la jornada, Ángel los recompensará con uno o dos plátanos.

Sábado día de riego en Wukro

Durante el riego que se hace a mano y con regaderas, los más pequeños son los encargados de bajar las regaderas vacías al tanque de agua.

sábado día de riego en Wukro

La operación del riego empieza sacando el agua del depósito. Un niño se pone dentro del depósito y va llenando las regaderas que se utilizarán para llevar el agua hasta los árboles.

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Estos niños y niñas, chicos y chicas, recordarán estos días de riego toda su vida. Cada vez que lleguen a Wukro y vean las colinas llenas de árboles (las únicas, de momento, en todo el horizonte) pensarán: “Estos bosques existen gracias a mí; a mí y a mis hermanos”.