Ángel Olaran desvela su alimentación que le permite continuar con su labor

El misionero Ángel Olaran desvela su alimentación que le permite continuar con su labor en Wukro, Tigray.

A continuación, publicamos un escrito del padre Olaran en el que además explica sobre las últimas colaboraciones recibidas y sobre lo que le pasó en uno de sus viajes que hace desde Wukro a Mekelle con Regat.

Escrito per Ángel Olaran

Ángel Olaran comienza por su alimentación y salud

Más de uno os habéis interesado por mi comida: Desayuno: un bol de avena de moringa, cúrcuma, pimienta negra, jengibre, ajo y un trozo de injera. Comida: desde ayer hemos podido volver a la injera con shiro, complementado con algún arroz, o pasta, o algún vegetal de la huerta; también alubias o lentejas que aún nos quedan en el almacén. Los meses que hemos pasado sin injera, tenía otro bol de una avena local. Cena: prácticamente lo mismo que la comida, solo que se añade una sopa de verduras, o de sobras, con lentejas. Hacia las 5 de la tarde puedo degustar un plato de esa sopa. Muchas noches recibo un termo, de algo menos de medio litro, con suko, una bebida sólida local, a lo que añado algo de miel.

El desayuno de los domingos conlleva un huevo, huevo revuelto, con ajo y cebolla. Es de admirar la intensidad del amarillo del revuelto, y me da la impresión de que esa misma intensidad pasa al gusto del huevo. Desde hace un mes, cada mañana al levantarme, como unos trozos de áloe vera con algo de miel. Tanto en el desayuno como en las otras dos comidas, acabo con un postre con gusto casero: mezclo un poco de miel con crema de cacahuete, y es como si comiera el turrón del blando – de arena. La crema de cacahuete entra en el presupuesto de la casa; la miel la vamos recibiendo de algún que otro amigo. Con todo, cuando acabo el desayuno con el gusto del huevo, paso del turrón.

Los patxintxis me malacostumbraron a esta necesidad del postre. El patxintxi es medio dulce, parecido a un botón gordo, que, de críos, después de la salida de misa, cuando gastábamos la paga de la semana en alguno de los 5 puestos de caramelos, chicles… que se exhibían en la plaza, el patxintxi era uno de los productos más asequibles a nuestro presupuesto. Hará dos años que, acompañando a Belén a una panadería de la Parte Vieja donostiarra, vimos que aún existían los patxintxis y ante mi sorpresa me compró un paquete. Comí uno y no pasó de ahí. No volví a acordarme de ellos. Hasta que, por arte de magia, no encuentro otra razón, al poco de llegar este enero pasado a Wukro, me encuentro ese paquete en una de las estanterías de mi habitación y no pude menos que comer uno, y con él se despertaron toda la atracción que de mí conseguía en la plaza de Hernani y las miradas, que después de pasarlas por el puesto volvían al patxintxi, posiblemente porque el presupuesto no me daba para más. Con el primer mordisquito, pues no da para más, descubrí su gusto original con todo el ambiente de la plaza llena de críos, contando los céntimos que aún nos podían quedar.

Y volviendo al aquí de ahora, conseguí controlarme y ofrecerme un patxintxi al final de cada una de las 3 comidas y quedarme con su gusto. Para ello, del comedor tenía que volver a mi habitación y solo pedía que nadie ni nada se interpusiera en el camino a ella. Como de niño solo esperaba a que acabara la misa para darme el gusto de los patxintxis, aquí esperaba a que acabara la comida de turno, para reavivar aquella sensación.

Y como con todo lo bueno, también se acabaron los patxintxis, pero volviendo al arte de la magia, no veo otra razón, ésta hizo que Regat, la joven que se encarga de nuestra alimentación, al poco de quedarme sin mi postre me trajera de Makelle, sin más, doy fe de que no sabía nada al respecto, un puñado de galletas caseras, con gusto de casa y desde entonces siempre tengo ahora más de una galleta, al final de cada comida, con la garantía de que no me van a faltar. Complementada con el gusto a turrón mencionado.

He perdido algunos kilos de peso, pero llevo ya varios meses que me mantengo y de hecho he engordado un par de kilos. Por otra parte, el doctor Mahari me propuso que me revisara cada mes el pulso, la tensión y algo relacionado con el oxígeno: con el pulso ando por debajo de 60; la tensión entre 13-8 y lo del oxígeno por los 95 – todo con variaciones, pero dentro de esas medidas.

Sobre transferencias de dinero

Os comenté, cómo desde hace unos meses, a través del servicio aéreo de la ONU entre Addis y Makelle, estamos teniendo ocasión, la única, aparte de la del mercado negro, de poder recibir dinero en la moneda local: birr – también comentaba las serias limitaciones en recibirlo. Hasta ahora hemos tenido ocasión de recibir 500 mil birrs (1€ = 51 birrs) – los últimos 350 mil hace 10 días. Ese dinero llegó a Addis Abeba el mes de abril. (Ángel, se refiere a la transferencia que efectuamos de 21.500 €).

También, desde hace un par de meses, hemos tenido ocasión de comprar comida en Addis y enviarla gratis a través del Programa Mundial de la Alimentación. De hecho, unos 3 mil kilos de harina para los huérfanos, que habiendo llegado ya a Semera, la capital afar, al entrar en vigor de esta tercera fase de la guerra y cerrar todas las fronteras regionales, nuestro cargamento continúa allí. Solo nos quedaba esa frontera para poder recibirlo.

Nuestra escuela St. Mary’s, pocos días antes del cierre de las fronteras, pudo recibir algunos miles de kilos para semillas en un programa para campesinos, así como para pagar en comida algunos sueldos. Con el dinero arriba indicado, hemos podido comprar 1.000 kilos de esa comida, que consiste en teff, y también en nuestra casa hemos podido pagar el salario de dos meses por ese medio, dado que les resultaba más beneficiosos que en metálico. Y también pudimos comprar 500 kilos de teff para el comedor de ancianos. El personal del WSDP recibió el salario en efectivo.

Recibimos en Addis Abeba 20 mil € para el programa de alimentación a niños hasta los 5 años y mujeres embarazadas. En esta ocasión el cierre de fronteras comenzó poco antes de que hiciéramos la compra de la comida. (El padre Olaran menciona la colaboración económica que le mandamos el pasado 23 de agosto).

Ángel y Regat, en uno de sus desplazamientos a Mekele

Hace unos días en Makelle, Regat y yo, ya anocheciendo, conseguimos entrar en un minibús que iba a Adigrat. Llegamos cuando solo quedaban 5 de las plazas extras: sobre latas, cojines, bidones, la repisa de unos 15 ctms de ancho y alto que queda del asiento del conductor y acompañante. Regat no me dejó subir al minibús hasta que no consiguió negociar un asiento que ella considerara digno de mi edad. Lo consiguió en la primera fila de asientos después de dla del conductor: un asiento de 3 plazas en el que pude ser el cuarto viajero, con cierta comodidad. Lo compartía con dos mujeres y un joven. En la repisa mencionada había ya dos personas: un hombre, que sentado normalmente sus piernas entrarían en nuestro asiento; el chico con quien compartía parte de su asiento medía cerca de los dos metros, lo que sus piernas eran otro problema a tener en cuenta. Los 3 conseguimos sentarnos sin que quedara un centímetro entre los tres pares de piernas. Junto a mi asiento había un bidón amarillo, con su correspondiente cojín, en el que se sentó Regat, con el que llegaba casi a la puerta corrediza del minibús. Frente a ella, sentade en la repisa, estaba la mujer arriba mencionada, que también daba con la puerta.

Y como siempre, también en esa ocasión, no salimos de la estación hasta que el conductor y ayudante vieran que no había sitio para meter otra persona. Pero hasta ellos mismos se equivocaron: a los pocos quilómetros de la salida, no resistió la tentación de parar para que entrara otro pasajero. Con el traqueteo y los frenazos del minibús nuestros cuerpos fueron encontrando su lugar adecuado y para cuando nos dimos cuenta, el nuevo pasajero ya hacía parte de nuestro equipo de 4 personas. Con todo, nuestra comodidad no sufrió.

En uno de los frenazos o algo del estilo, acabé con mi mano izquierda en la rodilla del joven, con la sorpresa de que la llevaba sujeta con hierros. Al preguntarle si se trataba de un accidente, me dijo que perdió esa pantorrilla el mes de noviembre en la guerra. Por lo que comentaba el dolor era casi continuo, y a veces necesitaba levantarse, lo que su estatura no jugaba a su favor. Aún recuerdo la serenidad de su cara, de sus explicaciones mencionando el tipo de dolor… espero que no deje de impresionarme la estatura de su calidad humana.

Desde ayer viernes al mediodía volvemos a tener luz lo que hace que no necesite de las dos velas para mi tarea nocturna. (Ángel se refiere al viernes 9 de septiembre, a dos días del Año Nuevo tigriño, el 2015).

Un abrazo,

Ángel

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