Ángel Olaran: «La belleza y el alcance del sexo, según Dios»

A continuación publicamos el escrito del misionero Ángel Olaran: «La belleza y el alcance del sexo, según Dios».

Escrito del Padre Ángel Olaran: «La belleza y el alcance del sexo, según Dios

Bien por formación puritana: don´t touch me, I am British -No me toques, soy británico- o por sentimientos religiosos, con el poderoso Sexto Mandamiento -no fornicar- puro y duro, en el que el cariño mutuo que puedan compartir, no parece ser una atenuante, así como por otras motivaciones, posiblemente a más de uno le parezca que el sexo es algo que se le ha escapado a Dios de la mano. Y de alguna manera se lo reprochen. ¿Cómo es posible que lo haya consentido, Él que comenzaba de cero y podía haber creado otros medios más limpios, o al menos más dignos, para nuestra procreación y felicidad?

Con todo, da la impresión de que sabía de qué iba la cosa y así le expresa sus claros sentimientos al profeta Isaías 66,5: “Como un joven casándose con una virgen, tu creador se casará contigo y como el novio se alegra en su novia, de la misma manera tu Dios se alegrará contigo”.

El salmista en uno de sus salmos refiriéndose al sol en el comienzo de su andadura diaria, comenta que sale con la fuerza y alegría con las que el novio sale de la alcoba de la novia.

Dios manifiesta su cercanía con cada uno de nosotros/as sin recurrir a términos abstractos ni místicos, sino valiéndose de esa realidad que dejó inserta en nuestra naturaleza: la cercanía entre el Amado y la Amada.

El cantar de los cantares

En la introducción al libro se menciona que “expresa una teología de la sexualidad humana y nos enseña cómo apreciar y vivir las experiencias emocionales del amor: ternura, alegría, intimidad sensual, ansia y estima del otro”. También que: “manifiesta un amor que no incluye necesariamente la fecundidad”.

El Amado es Dios, la amada, cada una de nuestras almas.

El libro comienza expresando el deseo de la Amada 1,2B: “Que me bese con besos de su boca. Más agradable que el vino es tu amor. . . Atráeme a ti. . . Llévame, oh Rey, a tu alcoba”.

2,4: “Dame fuerza con pasteles de uvas, refréscame con manzanas, porque el amor me ha debilitado. . . Su mano izquierda está bajo mi cabeza y con la derecha me abraza”.

Confesión del Amado: 4,9 “Tú has cautivado mi corazón, hermana mía, amada mía; tú has cautivado mi corazón con una mirada de tus ojos. . . Tus labios destilan miel, mi amada; carnes dulces y leche hay bajo tu lengua”.

5,2B: Diálogo entre ambos: “Dormía, pero mi corazón estaba en vela: oí a mi Amado llamar: Ábreme, mi hermana, mi amada, mi paloma, mi perfecta. . . Mi cabeza está húmeda del rocío. . . Me he quitado el manto, ¿volveré a ponérmelo? . . .   Mi Amado ha puesto su mano en la manilla; mi corazón tiembla dentro de mí, y me debilitaba según oía su voz. Me levanté para abrir a mi Amado, con mis manos destilando mirra. . . Abrí a mi amado. . .”

La amada comunica los encantos del Amado 5,9D: ¿Cómo se diferencia tu Amado entre todos? Mi Amado es radiante y moreno, sobresale sobre miles. Su cabeza es oro puro… Sus ojos son como palomas cerca de las aguas corrientes; sus dientes parecen bañados en leche y son como joyas. . . Su cuerpo es un trabajo de marfil, cubierto de zafiros. Sus pies son columnas de mármol. Su estatura como los cipreses del Líbano. Su boca es la dulzura, todo él es un encanto”.

6,3: “Mi amado me pertenece y yo le pertenezco”.

6,4G-7B Admiración del Amado sobre su amada: “Eres tan bella como Tirhaz (antigua capital) tan hermosa como Jerusalén y tan impresionante como una tropa en formación. Retira tus ojos de mí porque me atormentan. . . ¿Quién es esta que llega como el amanecer, tan bella como la luna, tan resplandeciente como el sol y tan impresionante como tropas en formación? Qué bella eres, que placentera, mi amor, mi gozo. Tus redondos muslos son como joyas obra de un artista. Tu ombligo es un bol redondo que siempre tendría que contener vino mezclado. Tu cuerpo es un montón de trigo rodeado de lilas. Tus pechos como una pareja de cervatillos. Tu cuello es como una torre de marfil. . . Tu figura es como una palmera, tus pechos son como racimos. Me digo: subiré la palmera y me agarraré a sus ramas. Y ahora que tus pechos sean como racimos de uva y la fragancia de tu aliento como manzanas. Y tu boca como un vino excelente que corre tranquilamente para mi amor, esparcido sobre los labios y los dientes”.

La intensa pasión de ella por él: 7,11 “Pertenezco a mi amor y por mí él suspira. Ven, mi amor, vayamos a los campos y pasar la noche entre los pueblos. Amaneceremos temprano para ir a los viñedos y ver si las viñas están brotando. Si los brotes se han abierto y las granadas están en flor, ahí te daré mi amor. Los mandrakes (una yerba considerada afrodisíaca) ofrecen su fragancia. Y en nuestras puertas están los frutos escogidos, frescos y sazonados, que los tengo almacenados para ti”.

“Aguas profundas no pueden apagar el amor, ni llevárselo las inundaciones”.

Profeta Ezequiel

En el capítulo 16 de su libro, Dios menciona su amor por su pueblo, pero no atraído por la belleza de su amada, sino por su pobreza, su desnudez, su abandono: 16,4-14: “Al nacer no te cortaron el cordón umbilical; no fuiste lavada ni ungida. . . nadie te miró con compasión. . . Entonces pasé yo y te vi manchada en tu sangre. Y te dije: vive en tu sangre y crece como una planta en el campo. . . Llegaste a la edad de la pubertad, tus pechos se habían formado, tu pelo había crecido, pero seguías desnuda. Pasé otra vez y vi que eras adulta para amar. Entonces coloqué una esquina de mi manto para cubrir tu desnudez. Te juré que entraríamos en una alianza; fuiste mía. Te bañé con agua, limpié tu sangre y te ungí con aceite. Te vestí con un vestido bordado, te puse sandalias de cuero fino. Te ofrecí un echarpe de seda. Te adorné con joyas y puse brazaletes en tus brazos, un collar en tu cuello y un anillo en tu nariz. . . Harina fina, miel y aceite fue tu comida. . . Eras bella en exceso, con la dignidad de una reina. Eras reconocida entre las naciones por tu belleza, perfecta como era, gracias al esplendor con el que te cubrí”.

Dios cuida de su pueblo, en este caso no como a su amada, sino como una madre o una nodriza, cuidaría de una niña abandonada, preparándola para su edad de mujer. Porque la historia sigue: la niña, ya mujer no supo controlar su belleza y se prostituyó a derecha e izquierda. Y Dios se refiere a ella: “escucha prostituta” 16,35. Pero al final Dios, porque sigue amándola, entra en una nueva alianza, renovando la que hicieron durante su juventud.

Su pueblo, al salir del desierto, tras 40 años de camino y llegar a Caná, la tierra prometida, se mezcló con culturas y religiones prósperas, bien organizadas, constatando que sus dioses los cuidaban mejor que el suyo -Yahveh, a ellos y de ahí que comenzaran a prostituirse- a tener contacto con ellos, sus culturas, sus dioses incluidos.

Profeta Hoseas

Su mujer, Gomer, le estaba siendo infiel, y Dios le pide que siga cuidándola, protegiéndola, amándola, que no la eche de su casa a pesar de todas las infidelidades, para que él, Hoseas, sea un vivo ejemplo de la misericordia y del amor de Dios para con su pueblo, que, a pesar de todas sus infidelidades, yendo detrás de otros dioses, sigue con ellos, protegiéndolos, amándolos.

Dios está metido de lleno en los errores del uso y abuso de los deseos que, desde un principio otorgó al cuerpo humano e incluso se sirve de esos errores para corregir la fe de su pueblo y seguir amándonos a pesar de nuestro caso omiso en muchas ocasiones.

Dios, tanto para manifestar su alegría como su dolor con su pueblo, recurre al sexo: para la belleza de la relación con su Amada, tanto como para la infidelidad, viéndola como prostitución.

Da la impresión de que desconocemos a Dios, incluso al Dios anterior a la venida de Jesús, presentado como un viejo malhumorado. Seguimos prostituyéndonos ante dioses como el consumismo; el poder de la UE; en el trato a los migrantes; en los robos oficiales a los productos de sus pueblos de los que tienen que salir o huir, con un etc. de dioses cada cual más a nuestra medida. Seguro que las muertes de muchos migrantes, aun en camino, las consideramos ser un sacrificio necesario ofrecido a Dios para que siga protegiéndonos de esa mala gente, que solo piensan en abusar de nosotros -y que vea que colaboramos con él-.

La cábala

“La historia más bella de Dios” Jean Bottero, Marc-Alain Ouaknin, Joseph Moingt, Anagrama.

Marc-Alain Ouaknin: Rabino y filósofo, gran conocedor de la tradición judía. “El judaísmo posee también una tradición “esotérica”, la Cábala, que busca el sentido oculto de los textos”. Pag.10

Así como en el cristianismo el Verbo se hizo carne, según la Cábala Dios se hizo texto: Dios y el texto -la Torah- “son uno y lo mismo” y cuando un judío lee el texto lo acaricia, con el sentido erótico que conlleva la caricia. “Tocamos el texto, lo descubrimos y al mismo tiempo no se entrega, se aparta, mantiene su misterio, sigue siendo un enigma”. Pag.61

Y por este juego al escondite mantiene que: “Dios es erótico. Se manifiesta como visible/invisible, en la ambigüedad, de un modo parpadeante, por decirlo así. Se nos revela, pero mantiene su enigma” pag.62, relacionándolo con lo que, según Rav Yehouda, el sumo sacerdote ve en el Templo de Jerusalén el día de Kippour: “Dos senos de mujer que se muestran bajo un velo, visibles e invisibles”, símbolo de “la desnudez más desnuda que la misma desnudez es una desnudez vestida, desnudez bajo un velo”. Los dos senos relacionados con las Tablas de la Ley – Palabra de Dios. Pag.61. – y no como fuente de alimento para la descendencia.

Jesús y el sexo

Da la impresión de que la Iglesia, al menos la católica, ha sacado chispas de este dicho de Jesús, Mat 5,27: “Pero yo os digo, el que mira a una mujer con lujuria, ha cometido adulterio con ella en su corazón”. Si en lugar de mirarla con lujuria la hubiera mirado con cariño, amor, respeto y no se tratara de una mujer casada, como en este caso, o aun tratándose de una casada, posiblemente la posición de Jesús no hubiera sido la misma. Acto seguido a la escena del adulterio, Jesús sigue pidiéndonos que, si el ojo o la mano derecha hacen que pequemos, que los cortemos. . . pero no pide que cortemos otros miembros, ni en el caso del adulterio. Jesús es muy claro en que no podemos servir a Dios y al dinero – ejemplo del camello ante el ojo de una cerradura y el rico ante el Reino de los Cielos. Una forma de mirar al dinero con “Lujuria” es buscar el poder que nos concede; el placer, la seguridad que puede suponernos su posesión. . . Cuantos miramos al dinero con “lujuria” sabiendo que no vamos a poder poseerlo, nos regodeamos en vacaciones, en coches que nunca poseeremos, pero nada de eso es considerado servilismo al dinero, ni siquiera “un mal pensamiento”, por mucho espacio que llene en nuestro corazón. Pero aquel hombre, por un solo pensamiento, condenado de adulterio y ahí entramos a saco, a sacar conclusiones contra el sexo.

También hacemos casi omiso a posiciones mostradas por Jesús, en el párrafo anterior al del adulterio, refiriéndose a enseñanzas que recibieron nuestros mayores: “No matarás. . . pero yo os digo que ´si alguien se enfada con su hermano, es digno de juicio. . . y el que le llama ´Raqa´- cabeza vacía – es digno del Sanedrín, (el juzgado religioso) y el que le dice ´tú loco´ es digno del fuego del infierno”.

Del primero solamente se dice que “ha cometido adulterio en su corazón”, pero no sigue juicio alguno, ni condena el sexo. Quizá a lo más, que lo tenemos que tratar con cuidado.

Es patético el uso, posiblemente, abuso que hacemos de ese versículo de Jesús y de qué manera tan simplista ignoramos otros con trascendencias sociales serias.

San Juan de la Cruz

En su lecho de muerte, mientras sus compañeros pedían por una buena muerte, él les pidió que le leyeran El Cantar de los Cantares, un libro que le inspiró mucho en su espiritualidad, su vivencia con Dios, incluso en lo más profundo de la noche oscura del alma: la amada, el alma, transformada en el Amado, Dios.

La presencia de Dios hecho Jesús entre nosotros supone mucho más que el perdón de pecado de Adán. En el libro ni se menciona la existencia de ese pecado. La presencia de Jesús se valora por su estar con nosotros – de hecho, Emmanuel significa: Dios con nosotros, llenándonos de su vida, de su amor; transformándonos en Él. La relación del bautismo con el pecado original es algo que queda entre San Agustín, según quien, la sentencia del salmista: “en pecado me concibió mi madre”, supone la condena eterna hasta del niño si no ha sido bautizado antes y entre Santo Tomás de Aquino, con el limbo de por medio.

Según San Juan, en esta relación a dos, Dios siempre toma la delantera, busca resquicios por dónde meterse en nuestra alma, busca su espacio para volcarse de lleno. Con su amor Dios crea bondad en nosotros, con la que llegar a las personas. Experimenta que Dios se presenta, pero escondido – ¿en la línea de la Cábala?  Y que cuanto más grande es su presencia en el alma, tanto mayor la oscuridad, comparándolo con la ceguera que nos produce el sol si lo miramos de frente.  Dice algo así: No lo puedes demostrar, pero sientes que es. Ese sentimiento puede con todo: llega a terrenos vedados para el conocimiento.

Aunque también San Agustín tuvo su camino recorrido. Refiriéndose a Dios nos dejó su sentimiento: “Nos has creado para ti y nuestra alma no descansará hasta que repose en ti”.

¿Y la muerte? Mi Amado, en su jardín de lilas, ansiando mi llegada. ¿Será capaz de aguantar la mirada de mis ojos? Y sabremos que la alegría del novio al salir de la alcoba de la novia es un pálido reflejo de la ALEGRÍA.

Alguien ha escrito: “Señor de los minutos, intensa compañía, gracias por los instantes que lo eterno nos hilan”. Supongo que más de una persona ha vivido ese instante suyo deseando que no pase, que todo se pare ahí. Y posiblemente para muchas de ellas, ese instante mágico, haya estado relacionado con una vivencia de esa intimidad, en la que, espero que me perdone el atrevimiento, seguro que Dios también estaba, eternizándolo.

… y ese es el instante – atemporal, eterno – que nos espera en el regazo del Amado.

 ¡A dónde nos ha llevado el sexo! Que callado lo tenía.

Al igual que San Pedro, con mi muerte glorificaré a Dios, a mi Amado – y Él hará el resto: la transformación definitiva, en ese instante preparado con tanto mimo – ¡cómo poder imaginarlo!

Y aun suponiendo que solo sea un sueño, ¿quién tiene derecho a quitármelo? Desde niños se nos ha hecho sentir que “las estrellas son el límite”. Pero este sueño está por encima de las estrellas, al otro lado, fuera de ellas. Quizás por eso nos abra a otra realidad, o lo que sea.

Dios no hace acepción de personas. Decía Emilio, un amigo: “Dios nos ha creado en serio, no en serie”. EDICIÓN ÚNICA. 

 Ángel

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