El misionero Ángel Olaran, por fin, tiene el título de Doctor Honoris Causa tras serle otorgado por la Universidad de Mekele, situada en la región del Tigray de Etiopía, el pasado día 5 de julio por su trayectoria por el desarrollo económico y rural de aquella zona, a la que llegó hace veintitrés años después de haber estado unos veinte años realizando tareas humanitarias en Tanzania.
Ángel Olaran, el misionero al que da su apoyo el CIS Ángel Olaran de Mollerussa (Lleida) que preside Ángel Pujol, fue una de las tres personas que recibieron el importante reconocimiento. Las otras dos personas fueron para un profesor, a título póstumo, y para un economista.
El acto reunió a antiguos alumnos de la universidad, personas de la Misión de Duro i autoridades locales.
El misionero, llamado Abba Melaku (Padre Ángel) en aquella región africana, sintió la emoción por la distinción y ofreció un discurso sencillo pero lleno de fuerza y sentimiento. Sus palabras llegaron al corazón de los asistentes y se ganó unos fuertes aplausos que le interrumpieron en varias ocasiones. “Hemos de respetar a la madre tierra. Cuando le damos una nos devuelve veinte. Hemos de respectarla, amarla y protegerla”, comentó el Padre Olaran. También destacó “la importancia de ayudar no es dar aquello que a ti te sobra sino dar lo que a los niños etíopes necesitan. No se trata de enriquecerse personalmente sino hacerlo para ponerlo al servicio de los otros y para estos”.
El misionero se dirigió a los nuevos graduados “como el futuro de Etiopía. Os invito a que sigáis siendo siempre vosotros mismos, que luchéis al máximo per vuestros deseos”. Olaran bromeó con su edad, explicando que “aun que tenga 76 años, estoy con la misma ilusión de siempre”. Demostró, una vez más, su gran personalidad, tolerancia y respecto por uno mismo y por los demás.
El otorgamiento del Doctor Honoris Causa fue muy bien recibido por todas las personas que conocen los hechos del misionero y que valoran su inmensa tarea realizada en una zona desolada, convirtiéndola con su trabajo en una zona habitable en la que la cultura del aprendizaje y del esfuerzo comienza a dar sus frutos.
En la foto, Efrem y Kasal, dos de los primeros huérfanos que acogió en la Misión Saint Mary’s de Wukor ya hace veinte años. Después de su educación y experiencia ha vuelto al punto de partida para ayudar a los niños y niñas que ahora se encuentran en la misma situación que a ellos les tocó vivir. Ahora trabajan para ayudar-los y desarrollar la comunidad local.
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