Maider Arostegi cambió su vida para ayudar a Ángel Olaran
La integradora social Maider Arostegi cambió su vida para ayudar a Ángel Olaran. Vivió los bombardeos y ocupación de los ejércitos etíopes, eritreos y de la milicia Amara en Wukro y la guerra de Tigray, que terminó con su programa para niños con discapacidad intelectual.
Hoy, cuatro de noviembre, se cumple un año de los primeros combates cerca de la localidad de Wukro -donde está la Misión St. Mary del Padre Olaran- y del inicio de la guerra de Tigray, en el norte de Etiopía. Afortunadamente, Maider resultó ilesa, pero lamentablemente el conflicto bélico terminó con el programa que había impulsado -con mucha ilusión y con un gran esfuerzo- para niños con discapacidad intelectual. Tuvo que resignarse a salir de Etiopía y volver al País Vasco. Lo hizo con el corazón roto, pero con la esperanza de que este alto en su camino solo se trataba de un paréntesis y que algún día cumplirá con la nueva puesta en marcha del proyecto para niños con discapacidad intelectual.
Maider Arostegi y Ángel Olaran, en la Fundación CIS Ángel Olaran, octubre 2021.
Primeros viajes a Tigray
Maider Arostegi -natural de Alegia, Gipuzkoa- empezó hace unos seis años, en febrero de 2015, a dedicar sus vacaciones a viajar a Tigray en misiones humanitarias, hasta que decidió cambiar su vida y dedicarse a ello a tiempo completo. “Para hacer algo así tienes que tener vocación, no todo el mundo deja su trabajo fijo y se va a un país como Etiopía. Son gente especial”, asegura su hermano Haritz.
Desde el 2015, Maider, que nos ha facilitado las imágenes de esta publicación, ha viajado varias veces a la región etíope de Tigray, y siempre, a Wukro. Pasó de aprovechar las vacaciones, hasta que el pasado año 2020 decidió ya quedarse por más tiempo. Estuvo desde finales de febrero hasta finales julio en Wukro. Es decir, en plena pandemia de la covid-19, aunque en “Etiopía tienen muchos problemas y el covid es solo uno más de ellos”, ha comentado en más de una ocasión el Padre Olaran. Maider descubrió que en aquella población existía “una gran necesidad y sobre todo también las necesidades de este colectivo de niños”.
No tardó demasiado tiempo en regresar a Etiopía con un visado por un año, llegando a Wukro el 22 de agosto de 2020 para trabajar en un programa de atención y desarrollo para niños con discapacidad intelectual. Tras más de dos meses de ‘convivir’ con la guerra en la región del norte de Etiopía, volvió al País Vasco a mediados de enero de 2021.
La historia que le llevó como integradora social a Wukro
“Por primera vez me fui hace seis años, me iba en mi época vacacional. Desde niña, cuando las monjas nos ponían diapositivas de Etiopía, sentía pasión por ir a ese país. Ayudar a mejorar la calidad de vida de los demás me llena. Un amigo conocía a Ángel Olaran y me puso en contacto con él. Al principio iba de vacaciones y luego decidí quedarme. Me fui para tres meses, pero al final fueron cinco. Le propuse a Ángel desarrollar un proyecto educativo para niños con discapacidad intelectual, en concreto un aula propia para ellos. Estaba trabajando en ese programa antes de que estallara la guerra y de que regresara al País Vasco. No sé si cuando volvamos allí podremos seguir con el programa, si las circunstancias lo permitirán, supongo que habrá otras necesidades”.
Maider está contenta y orgullosa de colaborar con el misionero vasco: “Tengo la suerte de colaborar y compartir mi vida con él. Después de observar las necesidades de la población de Wukro, compartí con Ángel mi idea de crear el programa. Desde el principio tuve el apoyo de Abba Melaku y comencé a llevar a cabo este nuevo programa”.
Desarrollar un Programa para ayudar a niños con discapacidad intelectual
El programa, además de contar con el beneplácito del Padre Ángel Olaran, tenía la aprobación de las instituciones locales. Construyó una escuela especial que la administración de Tigray aprobó.
Maider “estaba encantada” con la iniciativa que había impulsado en Wukro y explica que “mi idea era crear un centro de atención y desarrollo para niños con discapacidad intelectual grandes dependientes porque los niños con una discapacidad intelectual con grados no muy altos sí tienen la suerte de apoyo educacional en las aulas, en las escuelas. Hay un grupo muy grande de niños que tienen una discapacidad con grados muy altos que no tienen ninguna oportunidad. Yo quería crear un lugar para estos niños, primero con la intención de que ellos tuvieran un lugar, luego integrar estos niños, de trabajar la normalización, de trabajar la inclusión con estos niños, el apoyo a las familias y de formar profesionales para trabajar con estos niños”.
La integradora social no tardó en recibir apoyos y ponerse en marcha: “Tras recibir el apoyo de Ángel empezamos a mover el programa. Lo presentamos al alcalde, al médico, Holystic ProAfrica y el CIS Ángel Olaran, y todos nos dijeron que sí y que siguiera adelante”.
Ella sabía que “quería que el Centro estuviera dentro de una escuela para trabajar esa integración y normalización. Tuvimos la suerte de que Selam School nos cedió un aula».
«Estuve trabajando en ello, las madres estaban muy contentas porque se les iba a dar una oportunidad a los niños.… teníamos recién pintada el aula. Le dedicamos a ello muchas horas y quedó muy bonita, pero empezó el conflicto… Una pena, aunque ahora en casa pienso que lo positivo en este momento es que en el aula están los desplazados. Al menos, tendrán algo alegre, tendrán un arcoíris…”.
La guerra ha abierto un paréntesis en su labor. “Es así, porque tengo muy claro de que se va a hacer. No sé cuando, pero se va a hacer”.
“Desaparecida” durante más de un mes por apagón informativo
El 4 de noviembre del 2020, el primer ministro y ganador del premio Novel de la Paz, Abiy Ahmed, declaró la aplicación de la ‘Ley y el Orden” en Tigray. Maider se encontraba en Wukro. No se le olvidará nunca lo vivido la noche anterior, puesto que, a partir de la una de madrugada, ya empezaron los combates. “Esa noche no pude dormir a consecuencia de la lucha que mantuvieron en las montañas el ejército del Tigray y la policía federal de Etiopía”.
Había estallado un conflicto armado entre el Ejército etíope y el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF). Se cortaron las telecomunicaciones y el acceso a internet, se cerraron bancos y se prohibió la entrada y salida del país, por lo que no se permitió la entrada a periodistas que pudieran narrar lo que estaba sucediendo y tampoco se permitió la llegada de ayuda humanitaria, tan necesaria en todo el territorio. Algunas agencias de medios ya hablaban de bombardeos y de la “masacre” de centenares de civiles. Son muchos los que empezaron a ver la ofensiva como un genocidio.
Hasta aquel día de noviembre su hermano Haritz tenía contacto con ella semanalmente. Respondía a los mensajes cada dos o tres trías y realizaban una videollamada todos los sábados. Fue Haritz quien confirmó la falta de contacto un mes después de que estallara el conflicto bélico entre el gobierno local y el federal. No había telecomunicaciones con la zona. Por tanto, Maider se encontraba en estado de paradero desconocido: “Queremos pensar que está bien, que solo está incomunicable. Nos dicen que al ser europea y estar en misión humanitaria lo más seguro es que esté bien”, apuntaba preocupado, pero esperanzado, su hermano en diferentes entrevistas que le efectuaron aquellos días en medios de comunicación de Euskadi. Sin embargo, los días transcurrían y la familia no sabía nada de ella.
Sin poder marcharse
Con la proclamación del primer ministro del país, Aby Ahmed Ali, a principios del mes de diciembre de 2020, se confiaba de que diera por finalizado el conflicto militar tras apoderarse de las principales ciudades de la región del norte de Etiopía. También se confiaba que ello sirviera para permitir el paso a la ayuda humanitaria. Sin embargo, la preocupación por Maider siguió porque el gobierno federal no se rindió, se hizo con el mando de los principales núcleos de la región, incluido Wukro, y se inició una guerra de guerrillas, por lo que siguió la incertidumbre en la zona.
En la zona también había otros cooperantes, pero que ya habían conseguido escapar cruzando la frontera con vehículos privados, como fue el caso de David Unzueta, de la Fundación Etiopía Utopía, que salió a los tres días de empezar la guerra. Maider, al encontrarse fuera de la capital del Tigray, no pudo hacerlo.
Por su parte, Maider Arostegi se preguntaba “¿Cuánta información tendrán en el País Vasco de lo que está pasando? Cómo ya había estado en Wukro en julio y habíamos tenido problemas de comunicación y con internet, le comenté a mi hermano que, si no podíamos hablar, que no se preocupara. Pero después de un mes pensé hasta qué punto sabrán de lo que está ocurriendo aquí y de si estará preocupado. Por ello, tras conocer que en Mekelle se podía llamar a través de satélite mediante alguna organización como UNIFEF o Cruz Roja, conseguí llegar a la capital del Tigray solo para hablar con mi hermano. Fueron dos minutos y le comenté la situación”.
Salió a la fuerza para el País Vasco
“A pesar de los momentos muy difíciles que estaba sufriendo, no quería salir de Tigray. Mi deseo era de continuar ayudando allí. Sin embargo, muy a pesar mío y lamentándolo con todo mi corazón, me resigné, abandoné el país y volví al País Vasco en enero porque no disponía de los papeles para poder quedarme. Si los hubiera tenido en regla, ahora aún estaría allí. Pude escapar, pero fue muy duro. Porque es como si les fallas. Sabes que les estás dejando allí sin comida y dejando sus vidas en peligro”.
Al final, por si no fuera poco haber sufrido por los bombardeos y por la tristeza por dejar atrás a su ‘familia etíope’, manifiesta que “en Addis Abeba estuve una semana intentando salir del país. Además, querían que pagara una multa de 600 € por el exit visa… No estaba dispuesta a pagarla. Después de aguantar los bombardeos, además, tener que pagar una multa por irme de Etiopía. Al final, entendieron la situación, se solucionó y volví”.
Resignada hasta el punto de que regresó con la intención de “venir aquí para un mes. Me dejé toda la ropa allí. Mis amigas me han dado mucha ropa. Tengo tantas ganas de volver a Wukro que cuando llegué dejé las maletas en el suelo y todavía están allí para cogerlas y partir de nuevo para Tigray”.
Si lo deseas, puedes leer la publicación sobre el testimonio de Maider sobre la guerra y el sufrimiento de Wukro para sobrevivir.